Hay horas en las que no hay concentración que valga ni que aparezca tampoco. En las que no me conecto ni tirando cable a enchufe. Las venditas horas de historia claro, ¿que más esperaban? En fin, son cada vez más eternas y parecen no tener fin nunca jamás. Mientras alguien da su largo discurso, o explica, o debaten sobre cómo cambiar el mundo o política (las cuales no me interesan ni en lo más mínimo) de algo que hay que entretenerse y con algo hay que matar el mal tiempo. Algo que no sea riéndose de los chistes de los chicos... Para eso existen dos cosas geniales que viven siempre a mi alcanze: un lápiz y una hoja. Y así es como se mata el tiempo que dura esa hora del lunes o esas dos horas de los jueves. 
